sábado, 28 de noviembre de 2020

ESTANDO TAN OCUPADO

 



, estando tan ocupado. Me ensalivé la cara y pensé, sin remordimientos, en la necesidad, imperiosa, de hacerme estallar los dientes con un relevo de datos; arañarme la espalda, marca de ménade, para testimoniar mi transformación; es que se aprende más de lo que nos lastima que de aquello que nos bendice.
No me canso de esta muerte social, de este silencio, de esta frialdad y aunque la cama aúlle buscando consuelos mi voluntad férrea se vuelve insobornable como mi memoria.
Cuando estuve destruido en el suelo, contraído en espasmos, pagando los pecados de mi ingenuidad, el cielo apenas se movió. Y ahora que, al menos, soy capaz de arrodillarme en digna posición, empieza a moverse fatuo esperando vaya a saber qué cosa de mí. No tengo nada que entregarte. Estoy seco.
Este nacimiento me golpea en la cara como un beso sangrante. No quiero loco, no cuerdo puedo, sólo me queda el discurso, éste que no está sujeto a nadie porque perdí la fe en las personas.
Ya no hay palomas blancas de libertad sólo capullos de orugas durmientes; tampoco hay un vivir sino un metódico pasar de los días. Te invito a imaginarme así: leyendo la vida que no puedo tener y escribiendo aquello a lo que no puedo llegar. No hay molestia tan original como la de enredarse a quien te ofrece su precario presente y, sin embargo, es incapaz de dar su verdadero ser, porque no sabe dónde está. Y cansado estoy de los vínculos famélicos. La ciudad no es otra cosa que seres en despojo.
Mi extremo grado de exposición como una mariposa disecada, me hace abrir al mundo como si fuera la boca del mismo pasado, me extiendo en la realidad con solvente transparencia. Traigo a mí aullidos pasados y gritan todos juntos como si hubiese abierto una sepultura.
Independientemente del resultado obtenido con las personas,  ya sea positivo o negativo, aflora en mi una soberbia vulnerabilidad y me siento como el bebé más pequeño, más prematuro y más abandonado del mundo, en la noche más lluviosa y más dolorosa de la existencia del cosmos.
Porque hay planetas que estallaron en mi garganta.
Sé que mi camino llego a su fin, es decir que llegué a la puerta de un comienzo. Y pienso, pienso lo siguiente:

martes, 3 de noviembre de 2020

SER ASTRONAUTA, HABITAR LA GALAXIA - EL SIGNIFICADO DE LEER A JOYCE CAROL OATES

 


En mi temprana juventud trabajé como vendedor de libros en una sucursal de una importante cadena. Si bien vivía rodeado de material mi costumbre de recorrer las librerías de segunda mano persistía en mis días como una parte de un atuendo del cual no quería desprenderme.
Caminaba, en silencio, observando los libros. Revisaba, meticulosamente, cada estante, cada columna. Me asombraba de la vejez de sus ediciones, de su estado tan aceptable pese al paso del tiempo.
En esas pesquisas, en esas contemplaciones, en esos paseos, en esa búsqueda lúdica me topé con un ejemplar de "Blonde" de Joyce Carol Oates. Un libro de enorme tamaño que me lleve a mi casa por un precio irrosorio al tener marcas circulares en gran parte de su contenido. Zonas de pérdida de contenido, que tenía que ser repuesto por nuestra compresión lectora. Territorio que parecía haber sido ganado o por obra de un artefacto, vaya a saber cuál y en qué descuido; o bien fue obra de un gusano que eligió ésta curiosa viviendo, éste singular alimento.
El libro no fue leído con inmediatez sino que vivió, en paz, por bastantes años, en los estantes de mi biblioteca en una espera de paciencia ardiente.
Pasaron los años, ya no trabajaba en la librería, sino en un oficio de mucha responsabilidad que me obligaba a hacer viajes de trabajo de bastantes días, y con éste último motivo tomé el libro dada su extensión. Era perfecto para que rindiera todo el tiempo necesario.
Yo nunca había escuchado hablar de Joyce Carol Oates. Ni en el momento de la compra ni en el momento de la lectura. Lo que resulta curioso, además, es que, durante todo el tiempo que une ambos sucesos, ningún libro de ésta escritora, que yo recuerde, apareció frente a mí. Curiosamente, una obra tan vasta, se escondía de mí, de una manera que, en éste mismo momento, al escribirlo, no puedo comprender sus motivos. Lo único que me queda es asombrarme por las maneras que tiene la literatura de comportarse con los lectores; con un capricho tan asombroso que produce asombro pero también ternura.
Como decía, al momento de leer ése único libro que me había comprado de la escritora norteamericana seguía sin saber quién era ella, lo que representaba, su importante carrera, su renombre.
"Blonde" es una magnífica novela que relata la vida de Norma Jeane Baker, más conocida como Marilyn Monroe. Y lo hace en primera persona, desde la propia voz de su protagonista que, como ven, no es una protagonista cualquiera.
El libro demostraba que Monroe tenía, aún, mucho para decir. Disfruté la obra como agua en el desierto. Leía maravillado, anotaba citas. Y no podía dejar de admirar la profundidad y el alcance de su concepción y de su ejecución.
Una vez finalizado el libro, sin embargo, no investigué la trayectoria de su autora, ni busqué más libros de su autora como es usual. No recuerdo los motivos. No eran seguramente por no haber disfrutado de su propuesta. Como ven, la literatura no es solamente un bien cultural del que disponemos y que consumimos según nuestros planes y deseos. También es una sacerdotisa majestuosa repleta de enseñanzas y poderíos que nos hablará mediante sus caminos, no los pondrá delante, cuando ella quiera y no antes.
Otro conjunto de años discurrieron como un río, a veces alborotado, a veces manso. Poco a poco fui adquiriendo, con el silencio, y la obediencia de un monje, varios libros de la escritora mas no los leía. Los acomodaba como quien construye un altar, con ese respeto, con esa devoción. A su vez, con la pasión del iniciado, y la rigurosidad del adorador, comencé a investigar quién era la susodicha mujer; sus logros, su carrera, sus obras, sus premios, sus ideas, su vida, su concepción del arte, sus opiniones. Es entonces, considero, que comenzó, realmente, el viaje.
Joyce Carol Oates, al igual que Stephen King y otros autores muy prolíficos, es una galaxia en sí misma. Estamos hablando de más de 100 novelas. Además escribe cuentos, ensayos, obras de teatro y literatura juvenil. Ha escrito con seudónimos y se desempeña como editora y profesora.
A sus ochenta y dos años, y desde su primer libro en 1964, Oates, llueve o truene, publica dos libros al año.
Entonces sentí el llamado. Era el momento. Me elevé, salí de mí, llegué al espacio, y comencé a flotar. Estaba en el universo Joyce Carol Oates, con sus numerosos libros, con su carrera aprendida, con sus entrevistas deglutidas y disfrutadas, con las nociones de sus obsesiones contempladas y admiradas.
La vasta obra de esta escritora nos obliga a realizar un viaje por su vía láctea. Sabemos que será un viaje largo dados sus componentes. Muchos planetas viven en este universo. Mucho cuerpos celestes merecen nuestras visitas. Cada libro leído de esta magnífica mujer es una exploración en sí misma y un paso más en el análisis total de su corpus literario tan galáctico.
Mi primera escala fue "Bellefleur", esa saga familiar gótica con tintes de realismo mágico, que me tuvo obsesionado por días y días. Con ese libro comprendí que Joyce Carol Oates es una autora que, si encima le faltaba algo, es una autora que no tiene una sola vestimenta, tiene millones. Es capaz de adoptar, en cada trabajo, tonos diferentes, técnicas diversas - tanto dentro de una obra como en cada libro - , y si bien posee determinados temas que podríamos denominar "obsesiones literarias" u "obsesiones temáticas" lo cierto es que lienzo literario que construye con su pluma siempre va a ser una propuesta radicalmente diferente a la anterior.
Luego de semejante experiencia me dediqué a leerla, mes por medio, y aún sigo haciéndolo. Porque saberse como lector de Joyce Carol Oates es aceptar que nunca una expulsión fue tan placentera y necesaria. Al reconocerte como lector de ella sabés que ya no pertenecés a un plano conocido. Sos el astronauta de su galaxia. Estarás, por siempre, orbitando, y visitando sus planetas. Nunca querrás volver. Toda tu vida vivirás de expedición en expedición. Y nada más te interesará.
Leer a Joyce Carol Oates es aceptar que has contraído un compromiso con la Literatura. Un matrimonio duradero, fuerte, que lo comparte todo. No querrás nunca, ni se te ocurrirá, escapar de éste vínculo. Tampoco te será necesario. 
Con pocos escritores se puede originar la posibilidad de vivir algo semejante.
Por eso, siempre digo, con profundo respeto, con esa sabiduría que sólo podemos tener los adictos y los esclavos: si pensás leer a Joyce Carol Oates tenés que estar dispuesto a contraer el enlace de tu vida ya que, el vínculo más importante que vas a tener como ser social y cultural no será ni con tus seres queridos, ni con tu familia, pareja, mascotas, amigos, ni con el pasado, ni con los recuerdos, objetivos laborales, académicos, sueños, filosofías, religiones, canciones, músicos, cuadros o pintores.
Tu relación más importante será siempre con Ella. La única escritora que puede construirte una galaxia diversa y placentera, que te hará vivir en viaje, que te dará paisaje y oxígeno.
Leer a Joyce Carol Oates es contraer el compromiso de la vida. Es acceder a los escalones más altos del placer reservado a los que se entregan. Ella no es de este mundo y tendrás que ir a otros para, finalmente, comprenderlo.

JUZGAR EL PLACER - Sobre la lectura de "El último catón", el superventas de Matilde Asensi

  Soy un fiel seguidor de la escritora bestseller, y longseller, alicantina Matilde Asensi. Y he sido testigo de lo golpeada que ha sido des...